Es misión de todo padre, adulto o persona mayor, influir en los niños y jóvenes con los que tenga contacto para hacer de ellos mejores personas de lo que fuimos o somos nosotros.
Es agradable encontrarlos ya adultos y constatar que se ha logrado tal misión, sin embargo, algunos de ellos han perdido el piso, han olvidado que, de los adultos que Dios les puso en su camino para llegar a ser lo que son, aprendieron las bases para llegar a donde están actualmente y pretenden demostrar su superioridad cuestionando las decisiones actuales de ellos. No logramos o no supimos inculcar en ellos la humildad de reconocer lo poco o mucho que se hizo y mucho menos aprendieron a agradecerlo, también es bueno que sepan que hay lugares y momentos para expresar las inconformidades o ideas ya que rehuyendo o faltando a esos lugares y momentos no se resuelve absolutamente nada. Esto es muestra de falta de madurez.